En el ciclo Premios Nacionales en la Biblioteca Nacional ayer le tocaba el turno a Jacinto Antón, Premio Nacional 2009 de Periodismo Cultural. La conferencia se anunció con el título “Aventura, libros y periodismo” y acertaron, porque la charla fue sobre todo una cómoda y estupenda aventura.
Jacinto Antón ha contado alguna vez que en cierta ocasión hizo un viaje a la comarca francesa del Perigord para seguir el rastro de los desaparecidos mamuts, pero que cuando le sugirieron visitar la cueva prehistórica de Rouffignac, de once kilómetros de angostas y claustrofóbicas galerías, decidió despistar a la expedición y se instaló en una terraza de Les-Eyzies, se pidió un pastís y abrió su ejemplar de Sur la piste du mammouth de Bertarnd Buigues, para vivir su propia aventura cómodamente leyendo. Lo de ayer fue eso, una cómoda aventura, pero en vez de leyendo, escuchando.
Se presentó en el estrado con una bolsa de plástico y no sé cuántos envoltorios. Extrañó, pero lo supimos en seguida, en cuanto empezó a hablar de los aventureros que había conocido y de los libros que más le habían impresionado, La pantera negra de Sivanipalli de Kenneth Anderson, The life of my choice de Wilfred Thesinge, Fisher's face de Jan Morris; y de libro que hablaba, libro que sacaba de la bolsa, y se lo entregaba a los de la primera fila para que corrieran de mano en mano, libros dedicados y subrayados. Y cuando se acabaron los libros empezó con los envoltorios, un trocito de momia venida de Egipto, una bolsita con pelo de mamut, un latrocinio de la tumba de Howard Carter, cuatro balas con historia, cada una con la suya, etc.,en fin, un placer. Y también fue un placer oírle contar lo del archivo, dice que es imprescindible tener uno bueno, y que en él no puede faltar una carpeta dedicada a las cosas raras, por eso él se presentó con la suya, una carpeta con recortes de prensa que escondía cada uno una historia extraordinaria, y allí estaban los recortes y los titulares, el de la niña que murió porque le picó una víbora que había anidado en un tío-vivo, el del hombre que se suicidó tirándose a los cocodrilos, el del otro que robó un velero en Barcelona para ahorrarse el pasaje a Mallorca...
Pero dijo también más cosas, pocas serias, dijo, por ejemplo, que el periodismo cultural es una beca vitalicia, que te permite conocer a gente extraordinaria, que es recomendable buscar siempre el ángulo de la noticia, a ser posible el menos previsible, etc. Y contó anécdotas de Terenci Moix, de Gil de Biedma, de Ángel Cristo, de Jan Morris, de un viaje apasionante a la Gran Pirámide y de cómo terminó montado en el lomo de la Esfinge de Giza, etc. Muchas de estas aventuras las tiene recopilas en Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias (Barcelona, RBA, 2009).
Ya digo, un contador excepcional, ameno, divertidísimo, una tras otra y risas a carcajadas.
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