miércoles, 10 de noviembre de 2010

Giulia Telaro

Lee con tristeza lo que se cuenta de El Aaiún y se acuerda de Giulia. Ella estuvo allí, Giulia Telaro, joven, inteligente, generosa, sobradamente preparada, estuvo por allí meses seguidos y se cansó. Se agotó de curar con palabras la tristeza y la sinrazón. Les veía irse, salir de la jaima, y se quedaba desahuciada. Ella lo sabía, únicamente podía ofrecer gestos, paciencia, una comprensión infinita y las manos atadas, alambrabas, emparedadas… Pero las heridas abiertas no se curan con palabras. Tú no te impliques, lo contó un día en Cáceres con tristeza, con dolor, y él vio su imagen, la noche haciéndose noche tras noche, el silencio afuera, su rostro mirando un techo indemne, vacío, un techo empapelado de resoluciones y lo entendió.

Giulia Telaro no es mujer para no implicarse, no aguantó, un día ganó coraje, renunció a una prometedora carrera en el maratón de la ayuda humanitaria y se volvió.

Ya de vuelta, aquel mediodía de amistad, de navidades y cervezas, él le oía hablar, tan comedida, tan certera, tan prudente, y lo pensó, Qué coraje. Hay que ser valiente para no querer seguir jugando al juego de los buenos, malos y malísimos, para no querer seguir viviendo del cuento de las buenas intenciones y la minurso, el de los cielos rasos y los millones estrellados, contra la arena, contra las esperanzas rotas, desasistidas, alentadas, reprimidas. 

Hoy aquí, tan cómodamente lejos, él lo piensa, Qué vergüenza, todos preocupados y ellos muriéndose; y se acuerda con cariño de Giulia Telaro y le viene a la memoria el arranque de un poema de Adriana Merino, otra desahuciada, aquel que dice,

Soy como el viento;
que porfiado se debate
en las MURALLAS de
la ciudad maldita.

Se debate, tenaz, queriendo
derribar la puerta blasonada.
La de recios pilares inviolables.
Guardiana del puente colgante
proyectado en el vacío.
Limitando, fustigado la esperanza
del arribo a la morada el reposo
prometido, anunciado en los inicios
de los tiempos…

Ay de aquél, que desató
del mar la furia,
desafío la aridez del DESIERTO
y fue testigo del naufragio
de las naves…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que inspirador. Muy lindo! Veronica

antónio dijo...

Muchas gracias, Verónica

Anónimo dijo...

Antonio, amigo mio,

mil gracias por tus palabras que duelen y reconfortan a la vez. A pesar de todo, querido Antonio, no puedo dejar de tener esperanza, y creo que habrà esperanza hasta que habrà gente como tu, gente que dentro de su vida de todos los dias no olvida y sigue interesandose al asunto. Voy a enviarte algun articulo muy interesante. Me encanta tu blog y tu manera de escribir. Me gustaria veros pronto porque, como sabes, ya somos vecinos. Vivo en Lille y no he dejado las viejas costumbres, no puedo evitar de implicarme (hahaha!), trabajo en Calais con los migrantes y refugiados (o solicitadores de asilo), esto seria para otro articulo. Mi espanol se empeora cada dia mas, lo que quiere decir que necesito veros!
Te dejo un abrazo fuerte y uno mas para Teresa y Tiago. Voy a escribiros.
Giulia

Anónimo dijo...

Le estoy viendo pensando y anidando ideas mientras ella, en efecto prudente y viva como nadie, habla esas Navidades de encuentro, de familia y de cervezas.
Para una bibliotecaria tu blog es una joya y para una amiga tus post son alegría, esperanza, cambios, gentes, personas que merecen la pena y que te reconfortan en los momentos menos pensados solo con pensarlas. Gracias.

antónio dijo...

Qué suerte tan grande haberos conocido.