En una noche fría en la Librería Passa porta fue muy reconfortante escuchar a los colombianos Antonio Caballero y Fernando Vallejo en conversación con Thierry Altman. Desde 1987 el Ministerio de Cultura francés, a través del Centro Nacional del Libro, organiza lo que se llama el festival Les Belles Etrangères que tiene la finalidad favorecer la difusión en Francia y en Bélgica de la literatura que se hace en otros sitios. Este año tocaba Colombia y a Bruselas le correspondió Caballero y Vallejo (Faciolince, por ejemplo, estaba en París).
Vinieron para hablar de la vitalidad creativa de la literatura colombiana pero de eso fue de lo que menos hablaron. Lo hicieron sobre todo de ellos y de la nada, de la violencia que es y no es, que siempre está presente pero que no siempre amenaza, de la puta de Babilonia y la perversidad de todas las religiones, etc. Provocación e inteligencia, qué facilidad y qué descaro. Daba gusto y muchas ganas de seguir leyendo. Y durante toda la conversación, Antonio Caballero parecía Caballero Bonald (el mismo gesto que amenaza enfado, algo más dulce la sonrisa) y Vallejo un niño bueno metido a malo. Qué pena que algunas cosas se acaben tan pronto (teniendo en cuenta también el frío que hace afuera).
Vinieron para hablar de la vitalidad creativa de la literatura colombiana pero de eso fue de lo que menos hablaron. Lo hicieron sobre todo de ellos y de la nada, de la violencia que es y no es, que siempre está presente pero que no siempre amenaza, de la puta de Babilonia y la perversidad de todas las religiones, etc. Provocación e inteligencia, qué facilidad y qué descaro. Daba gusto y muchas ganas de seguir leyendo. Y durante toda la conversación, Antonio Caballero parecía Caballero Bonald (el mismo gesto que amenaza enfado, algo más dulce la sonrisa) y Vallejo un niño bueno metido a malo. Qué pena que algunas cosas se acaben tan pronto (teniendo en cuenta también el frío que hace afuera).
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