En África un hijo de portera sueña que en Lisboa los profesores se ofrecen a los generales. Es un día luminoso de estuario, un día de infancia. Profesores en cuarteles, generales en apartamentos, de fondo, música de jazz. Un militar y un profesor hablan por teléfono. Reparto de Ejecutivo.
— Aquí tiene, mi general, la presidencia del consejo.
— Señor profesor, ¿por qué me ofrece usted eso?
— Tengo miedo, mi general.
— ¿Miedo? ¿Quién dijo miedo, profesor?
— Miedo de ver el poder por los suelos, mi general, hay mucha gente en la calle, podrían pisarlo.
(…)
[Mon Dieu, —debió de pensar el general— ¿qué hago yo, militar de graduación, con el poder en la mano sin que haya de por medio un golpe de estado?]
— Usted mismo, mi general.
El general cavila ponerse en contacto con las Fuerzas Armadas, pedir permiso para hacerse cargo. Sabe que el poder es ahora de los capitanes. Lo que hay al otro lado del teléfono es ya sólo un fantasma.
En África, en medio de la guerra, asustado por un sueño, se despierta sobresaltado un hijo de portera. Ha estado soñando con que en Lisboa los profesores se ofrecen a los generales. No dice nada. Sabe que nadie va a creerlo. En África ya nadie se cree nada.
2 comentarios:
"En África ya nadie se cree nada"
Yo, sin embargo, sí creo en alguien. Y cuánto!
Que bonito,António! O texto e o teu gesto de solidariedade com a nossa democracia, especialmente neste momento tão difícil para ela ...37 primaveras que não devemos deixar de regar,para que não murche.Evoluiu,cresceu,mas está a passar uma fase complexa,dos 30 para os 40,como uma mulher que não se consegue estabilizar na sua fase adulta...besitos mena
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