José Ovejero es un excelente narrador y Nunca pasa nada una buena novela. Hasta ahora era un autor más curioseado que leído, pero habrá que terminar leyéndolo todo, o casi, porque es también un escritor prolífico. La sinopsis de Nunca pasa nada es esta: Carmela y Nico son un matrimonio de clase media que vive en un chalet de la sierra de Madrid, tienen una niña y la cuida Olivia, una joven ecuatoriana que les ayuda en casa. Él es un profesor de instituto que se cree lo que hace, y tiene alumnos exigentes y perversos como Nico, de esos que se escapan porque quieren.
Con estos mimbres, Ovejero monta una novela con muerto y bastante desasosiego. Se podría decir que es una observación de la realidad más próxima, un trocito de sociedad que se toma para hacer una biopsia: la vida de los inmigrantes, los nuevos roles familiares y sexuales, las limitaciones del sistema educativo, las culpas, los miedos, los chantajes, la inocencia del niño, la estupidez del cándido, la perversidad del listo, etc. Sólo la presencia continua de la nieve es una realidad que entronca con otros paisajes y otras novelas posteriores. En cualquier caso, los resultados de ese análisis no parece que sean demasiado alentadores. Nunca pasa nada es una historia con muchas elipsis, pero por ninguna podemos escaparnos.
Eso sí, la prosa seca de Ovejero retrata muy bien, aunque muy tangencialmente, algo que es muy difícil, la vida de un instituto de secundaria. Esas páginas, con buenos diálogos, son, quizá, lo mejorcito de esta buena novela sin demasiadas pretensiones.
Con estos mimbres, Ovejero monta una novela con muerto y bastante desasosiego. Se podría decir que es una observación de la realidad más próxima, un trocito de sociedad que se toma para hacer una biopsia: la vida de los inmigrantes, los nuevos roles familiares y sexuales, las limitaciones del sistema educativo, las culpas, los miedos, los chantajes, la inocencia del niño, la estupidez del cándido, la perversidad del listo, etc. Sólo la presencia continua de la nieve es una realidad que entronca con otros paisajes y otras novelas posteriores. En cualquier caso, los resultados de ese análisis no parece que sean demasiado alentadores. Nunca pasa nada es una historia con muchas elipsis, pero por ninguna podemos escaparnos.
Eso sí, la prosa seca de Ovejero retrata muy bien, aunque muy tangencialmente, algo que es muy difícil, la vida de un instituto de secundaria. Esas páginas, con buenos diálogos, son, quizá, lo mejorcito de esta buena novela sin demasiadas pretensiones.
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