Huían de la falta de oportunidades, del servicio militar obligatorio, de la oligarquía y el caciquismo. Igual que los hermanos o vecinos que se dirigían a Buenos Aires o La Habana, anhelaban ganar dinero y labrar un futuro mejor para sus familias. Casi todos soñaban con volver. Y eligieron embarcar con destino al Norte, que es como nombraban entonces a los Estados Unidos de América.
A pesar del alto precio del encargo, se hacían retratar en vísperas de la partida: la documentación que necesitaban para viajar así lo requería entrado el siglo XX. También lo hacían para dejar atrás una imagen del pródigo que jura volver, o para llevarse el recuerdo de los que se quedaban en casa, o de quienes habían sido alguna vez. En los archivos familiares encontramos ejemplos de estas fotos, imágenes viajaras y viajeras, que se pueden interpretar como señas de identidad y señales de vida.
Una exposición para volver, aunque solo fuera el por el baúl de La Troya.
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