Hay poemas que se leen una vez en sitios improbables, luego se imprimen, se doblan, se guardan y se vuelve a ellos como a la voz de Alfredo Zitarrosa (gracias, Pedro). Son versos que admiten muchas lecturas y que tienen tardes precisas para ello; uno de esos es este de aquí abajo, y hasta hace nada no sabía de su autor sino su nombre, Rafael Suárez Plácido.
El rojo y el verde y el negro
Ella está tumbada en el sofá rojo,
la cabeza de lado
sobre la manta verde
que tanto le gustaba.
Yo alargando la espera
y empeñado en negar lo que ya es cierto,
entré en su habitación
para pedirle el libro
que ayer leímos juntos y escapar.
Pero estoy a su lado
y le acaricio el cuello, víctima
de una contradicción
que no sé si quiero resolver
ni cuánto va a costarnos. Me pregunta:
Dime cuándo has sido feliz.
Le respondo que ahora.
Y cuándo más infeliz.
También ahora.
Se aparta el pelo negro de la cara,
entonces lo tenía algo más largo,
y me dice:
Pensaba que venías a salvarme.
1 comentario:
Gracias por tus palabras, Antonio. Me gustan esos sitios improbables de los que hablas. Y esas tardes precisas.
Un abrazo.
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