Bernardo Atxaga y González Encinar, directora del I Cervantes de Bruselas.
Antonio Muñoz Molina publicó este sábado en El País un artículo titulado Los hipnotizadores, los hechiceros en el que hablaba del egocentrismo grotesco de unos pocos artistas y de la calidad personal de la mayor parte. Me consta que su santa está en este último grupo. También Bernardo Atxaga, se vio ayer.
Bernardo Atxaga habló en la Place de la Monnaie de una obra leída y admirada. También de cuando con veintitantos años se fue a Burdeos a gastarse en libros todo lo que tenía porque había decidido abandonar su previsible trabajo de contable por la necesidad de ser escritor. Luego dijo cosas que interesan, sobre todo a quien ya algo envejecido anda aún a vueltas con estas dudas de entonces. Esto es, la novela es siempre una consecuencia del escritor, no se puede escribir sobre lo que es ajeno; las novelas se escriben partiendo de un sentimiento; el tema se impone, pero para escribir sobre la tragedia, la que sea, hay que llevar una tragedia consigo, etc. Y también habló de los lectores, de su don para multiplicar lo que el autor escribe; y de los poetas, de lo malos que pueden llegar a ser algunos poetas. De esto último puso un ejemplo, pero eso es otra entrada.
Luego, ya más a solas, con Iratxe, con Elisa, con Teresa, Bernardo Atxaga habló también de aquel verano en Viandar de la Vera camino Nueva York, de una noche de fuego, de un forastero con caldereta, de un cuento con burro…
Lo dicho, un escritor admirado y un hombre cercano.
Bernardo Atxaga habló en la Place de la Monnaie de una obra leída y admirada. También de cuando con veintitantos años se fue a Burdeos a gastarse en libros todo lo que tenía porque había decidido abandonar su previsible trabajo de contable por la necesidad de ser escritor. Luego dijo cosas que interesan, sobre todo a quien ya algo envejecido anda aún a vueltas con estas dudas de entonces. Esto es, la novela es siempre una consecuencia del escritor, no se puede escribir sobre lo que es ajeno; las novelas se escriben partiendo de un sentimiento; el tema se impone, pero para escribir sobre la tragedia, la que sea, hay que llevar una tragedia consigo, etc. Y también habló de los lectores, de su don para multiplicar lo que el autor escribe; y de los poetas, de lo malos que pueden llegar a ser algunos poetas. De esto último puso un ejemplo, pero eso es otra entrada.
Luego, ya más a solas, con Iratxe, con Elisa, con Teresa, Bernardo Atxaga habló también de aquel verano en Viandar de la Vera camino Nueva York, de una noche de fuego, de un forastero con caldereta, de un cuento con burro…
Lo dicho, un escritor admirado y un hombre cercano.
1 comentario:
Antonio, leo tu entrada de Atxaga y al final, de repente, me llevas dieciséis años atrás, a Cáceres, a una sala de la cámara de comercio, al aula literaria José María Valverde, a Bernardo Atxaga. También habló de Viandar de la Vera (si no recuerdo mal allí escribió El hombre solo), de esa noche de fuego y de ese cuento con burro que corría a por su golosina. Supongo que la magia está en que, aunque las historias se repitan, parezca que se cuentan por primera vez.
Gracias por este viaje.
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