"Nosotros somos los pájaros y vosotros las ramas sobre las que nos posamos; ¿qué nos ocurrirá si marcháis?" La respuesta fue quedarse, y el compromiso y la valentía les costó la vida. De dioses y hombres, de Xavier Beauvois, es sobre todo eso, una película sobre unos pocos hombres valientes y comprometidos con sus ideas y con su gente. Una película respetuosa y conciliadora, una mirada amable y ejemplar de quienes supieron vivir la religión de una manera sabia y generosa. Conmueve que todo eso fuera cierto, que siete monjes franceses de un monasterio en la zona argelina de Tibhirine fueran secuestrados en 1996 y luego asesinados por radicales islamistas, conmueve el silencio de entonces y se agradece el dolor de ahora. Una película lenta, intimista, excelente; con algunas de esas escenas que se ven para quedarse, por ejemplo, la escena en el refectorio con los frailes despidiéndose con vino, conmovidos, mientras escuchan El lago de los cisnes, o ese último plano, magistral la fotografía de Caroline Champetier, con los monjes perdiéndose en la niebla. Interpretaciones fabulosas. Cine del bueno.
lunes, 21 de marzo de 2011
De dioses y hombres
"Nosotros somos los pájaros y vosotros las ramas sobre las que nos posamos; ¿qué nos ocurrirá si marcháis?" La respuesta fue quedarse, y el compromiso y la valentía les costó la vida. De dioses y hombres, de Xavier Beauvois, es sobre todo eso, una película sobre unos pocos hombres valientes y comprometidos con sus ideas y con su gente. Una película respetuosa y conciliadora, una mirada amable y ejemplar de quienes supieron vivir la religión de una manera sabia y generosa. Conmueve que todo eso fuera cierto, que siete monjes franceses de un monasterio en la zona argelina de Tibhirine fueran secuestrados en 1996 y luego asesinados por radicales islamistas, conmueve el silencio de entonces y se agradece el dolor de ahora. Una película lenta, intimista, excelente; con algunas de esas escenas que se ven para quedarse, por ejemplo, la escena en el refectorio con los frailes despidiéndose con vino, conmovidos, mientras escuchan El lago de los cisnes, o ese último plano, magistral la fotografía de Caroline Champetier, con los monjes perdiéndose en la niebla. Interpretaciones fabulosas. Cine del bueno.
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