Pirineos. Foto Víctor Sánchez
En aquel pueblo de Extremadura todos los extranjeros eran ricos. El niño los miraba y veía mundos más allá incluso de la capital de provincia. Venían en coche y de paso; y cuando se iban, con la foto, dejaban en la plaza la mirada triste del niño melancólico. Luego se instalaban cómodamente en casas confortables al otro lado de una frontera de montañas
Han pasado los años y hoy los niños melancólicos viajan por el mundo, acopian digitalizados rostros y fachadas, y luego se vuelven, dejando intacta la tristeza. Se reinstalan cómodamente en sus casas, retoman los besos, las ruindades, los papeles…
Reparaste, me dijo, ¿cuántos kilómetros se desplazaron esas montañas?
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