miércoles, 25 de septiembre de 2013

Aunque penséis que me alegro

Llegó cuando ya estábamos todos sentados. Le recibimos con apreció y sonrisas. Se mostró locuaz, simpático, y sin embargo, cada vez que lo miraba, veía salir de su cabeza una hilera de burbujitas y en el bocadillo aquel poema de Cervantes:


Aunque penséis que me alegro,
conmigo traigo el dolor.

Aunque mi rostro semeja 
que de mi alma se aleja 
la pena y libre la deja,
sabed que es notorio error: 
conmigo traigo el dolor.

Cúmpleme disimular
por acabar de acabar,
y porque el mal, con callar,
se hace mucho mayor, 
conmigo traigo el dolor.

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