lunes, 16 de septiembre de 2013


Foto tomada de a golpe de pluma

Son casualidades, pero en esta semana que he andado metido en El hombre que amaba a los perros, he oído repetidamente hablar de Padura. La obra lo merece. Una historia densa y prolífica que mezcla con maestría y oficio ficción e historia. El exilio de Trotski, la obediencia obcecada, planificada, manipulada de su asesino Mercader, la maldad institucionalizada de Stalin, la Cuba de hoy... Un libro sobre la manipulación ideológica y la corrupción del poder. La ilusión pervertida. En sus muchas páginas se dicen cosas como esta:

Pensar en un lujo que les está vedado a los supervivientes... (p.700)

Tiene que ser muy jodido vivir toda tu vida como si fueras otro, diciendo que eres otro, y saber que es mejor estar escondido detrás de otro nombre porque sientes vergüenza de ti mismo... (751)

¿De qué otra cosa sino de la mar podemos hablar los náufragos, Ramón Pávlovich? (727)

...la URSS  se había convertido en una pantomima en la que funcionarios armados de pluma o pincel, y vigilados por funcionarios armados de pistolas, solo tenían la posibilidad de glorificar a los grandes jefes (468)

... hundidos en el fondo de una atrofiada escala social donde inteligencia, decencia, conocimiento y capacidad de trabajo cedían el paso ante la habilidad, la cercanía al dólar, la ubicación política, el ser hijo, sobrino o primo de Alguien, el arte de resolver, inventar, medrar, escapar, fingir, robar todo lo que fuese robable. Y el cinismo, el cabrón cinismo. (649)

“Cuando se trata de asuntos indecentes la historia no soporta testigos” (689) 

Y, claro, mucho más.

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