miércoles, 3 de octubre de 2012

Bayal por lungomare


Abajo, en lungomare, el día leyendo El cerco oblicuo,

            y en la página 28, el protagonista afirma sin recato sus efectivos temores a los lugares difíciles, a la engañosa celada de los laberintos amorfos, reivindica su aversión física a las masas en desbandada y repudia rotundamente, como una veliedad inmoral, la pasión por el viaje, el riesgo y la aventura, la trinidad del que no se lleva bien consigo mismo.

Lo leyó sabiendo que una tarde de finales de noviembre, de lluvia y vendaval, de literatura otoñal muy distinta a esta de hoy, el autor había estado allí, quién sabe si, efectivamente, sin embargo, también él, a mal consigo mismo. En Nápoles un 24 de 2008 de letra fatigosa

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