Como los pájaros que migran, siempre vuelve. Pisa Lisboa y le llevan los pasos. Son rincones. De los que más, el poema del Jardín Amalia Rodrigues. Tres vértices de placidez y de descanso. Uno, el marco, un anfiteatro verde y un espejo de agua en la cima del Parque Eduardo VII diseñado por el arquitecto paisajista Gonçalo Ribeiro Telles. Dos, O Segredo, la escultura, la complicidad de bronce que Lagoa Henriques se hizo para sí mismo en 1961, dijo, para reproducir un deslumbramiento. Tres, el fragmento,
Deixa-me ouvir o que não ouço. . .
Não é a brisa ou o arvoredo;
É outra coisa intercalada. . .
É qualquer coisa que não posso
Ouvir senão em segredo,
E que talvez não seja nada.
(Déjame oír lo que no oigo...
No es la brisa o la arboleda;
es otra cosa intercalada...
Es cualquier cosa que no puedo
oír sino en secreto,
y que tal vez no sea nada.)
Está fechado el doce de agosto de 1930. El poema completo en Fernando Pessoa, Poesias Inéditas (1919-1930) (Nota previa de Vitorino Nemésio) Lisboa, Ed. Ática (imp. 1963). p.145.
Luego allí, un cafetito en la terraza, a la vera del agua. Qué sosiego.
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