Salvado Novo por Manuel Rodríguez Lozano
A horas exactas
nos levantan, nos peinan, nos mandan a la escuela
Vienen los muchachos de todas partes,
gritan y se atropellan en el patio
y luego suena una campana
y desfilamos, callados, hacia los salones.
Cada dos tienen un lugar
y con lápices de todos tamaños
escribimos lo que nos dicta el profesor
o pasamos al pizarrón.
El profesor no me quiere;
ve con malos ojos mi ropa fina
y que tengo todos los libros.
No sabe que se los daría todos a los muchachos
por jugar como ellos, sin este
pudor extraño que me hace sentir tan inferior
cuando a la hora del recreo les huyo,
cuando corro, al salir de la escuela,
hacia mi casa, hacia mi madre.
nos levantan, nos peinan, nos mandan a la escuela
Vienen los muchachos de todas partes,
gritan y se atropellan en el patio
y luego suena una campana
y desfilamos, callados, hacia los salones.
Cada dos tienen un lugar
y con lápices de todos tamaños
escribimos lo que nos dicta el profesor
o pasamos al pizarrón.
El profesor no me quiere;
ve con malos ojos mi ropa fina
y que tengo todos los libros.
No sabe que se los daría todos a los muchachos
por jugar como ellos, sin este
pudor extraño que me hace sentir tan inferior
cuando a la hora del recreo les huyo,
cuando corro, al salir de la escuela,
hacia mi casa, hacia mi madre.
Salvador Novo, Espejo, México, 1933
2 comentarios:
¡Qué bonito!
Gracias, Dora
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