Foto: Olivier Bruniels Fuuuuuuuuuuuuuuuuu, les photos bruxelloises
El 25 de mayo son las elecciones al Parlamento Europeo. Si no fuera tan considerado con la voluntad de los otros, les incitaría a que votaran, les diría que en esta ocasión el Parlamento va a tener más poder, que por primera vez desde el Tratado de Lisboa su voto va a contribuir a determinar quién será el presidente de la próxima Comisión, etcétera.
Les diría también que si les desanima el frío que hace adentro, piensen en el que hace afuera; que las opciones son varias y siempre hay alguna preferible a las otras, y más cosas parecidas. Sin embargo, ¿quién es nadie para decir a otro alguien lo que tiene que hacer? ¿Cómo invitar a un circo en el que las instalaciones cada día chirrían más y los payasos cada vez hacen menos gracia? En estos días en Bruselas ha habido, como siempre, cientos de reuniones. Me entero de ellas, como ustedes, por los periódicos y casi a mi pesar.
Sin embargo, dos de estas han llamado particularmente mi atención. Una multitudinaria, con mucho ruido y no sé si con mucho eco; la otra más sorda, casi con sordina, aunque probablemente de mayor alcance.
La primera. Hace unos días las calles de Bruselas se llenaron de sindicalistas venidos de muchas partes de la UE. Los había convocado la Confederación europea de los sindicatos, respaldada, entre otros muchos, por UGT y CCOO. El lema de la manifestación, a la que asistieron Cándido Méndez y Fernández Toxo, era "Un nuevo pacto para Europa. Luchando por la inversión, empleos de calidad e igualdad". Las pancartas decían cosas como "personas, no beneficios", "medidas de austeridad igual a pobreza duradera", etcétera.
La primera. Hace unos días las calles de Bruselas se llenaron de sindicalistas venidos de muchas partes de la UE. Los había convocado la Confederación europea de los sindicatos, respaldada, entre otros muchos, por UGT y CCOO. El lema de la manifestación, a la que asistieron Cándido Méndez y Fernández Toxo, era "Un nuevo pacto para Europa. Luchando por la inversión, empleos de calidad e igualdad". Las pancartas decían cosas como "personas, no beneficios", "medidas de austeridad igual a pobreza duradera", etcétera.
Criticaban la política de austeridad y los recortes en la Unión Europea, la manera como están gestionando los políticos la crisis, las medidas antisociales que se han tomado hasta el momento, etcétera. También clamaban por una Europa más unida y sobre todo más social. Las cifras de asistentes bailan, ya saben, para unos no eran más de quince mil, para otros no eran menos de cuarenta mil.
Y también, como suele ser frecuente en estos casos, hubo fuertes medidas de seguridad, los helicópteros sobrevolando la marcha, los cordones policiales, los botes de humo, los palos, dados y arrojados, los contenedores, los extintores, los cristales, etcétera. La ciudad quedó colapsada y los atascos duraron hasta bien entrada la tarde. Sin embargo, aún no he oído decir que la próxima tendrían que celebrarse en una pradera a las afueras, o prohibirla directamente. Hay derechos que por aquí, hasta ahora y por lo que sé, no se cuestionan.
La segunda reunión ha sido mucho más reducida y, sin duda, también menos ruidosa. Asistieron, por lo que leo, Juncker, Shulz y Guy Verhofstadt . Ya saben, los cabezas de lista de los populares, socialistas y liberales. Hay más candidatos, pero como dijo alguien con más sorna que gracia, estas son las tres patas del banco que cuentan con el beneplácito de los otros bancos.
Por lo visto, hay un acuerdo tácito entre estos tres grupos, el más votado será el primero que intente reunir en torno a él la mayoría parlamentaria que nombre al presidente de la Comisión. O sea, que no hace falta ser adivino para prever que, o bien Juncker o bien Shulz, será el sustituto de Durao Barroso.
Y alguno de ustedes se preguntará, y si es así, ¿qué pinta el invitado? Dos posibles explicaciones, una para que le inviten y otra para que acepte la invitación. La primera, Juncker y Shulz invitan a Guy Verhofstadt porque, aunque parecen tenerlo todo bien atado, no las tienen todas consigo. Como cada vez son más los críticos y euroescépticos de uno y otro lado, desconfían de que al final entre los dos no alcancen la mayoría absoluta y el negocio se les venga abajo. Además, me temo, también desconfían de los suyos propios. Me explico, como el voto es secreto y la unidad de Europa inversamente proporcional a la fuerza de sus nacionalismos, ni uno ni otro quiere arriesgarse a que al final algunos de los suyos termine votando al otro por paisanaje en vez de votarle a él por coincidencia ideológica. Visto así, un pacto entre tres siempre es más seguro, vendría a ser una doble vuelta en la cerradura del acuerdo.
Por lo visto, hay un acuerdo tácito entre estos tres grupos, el más votado será el primero que intente reunir en torno a él la mayoría parlamentaria que nombre al presidente de la Comisión. O sea, que no hace falta ser adivino para prever que, o bien Juncker o bien Shulz, será el sustituto de Durao Barroso.
Y alguno de ustedes se preguntará, y si es así, ¿qué pinta el invitado? Dos posibles explicaciones, una para que le inviten y otra para que acepte la invitación. La primera, Juncker y Shulz invitan a Guy Verhofstadt porque, aunque parecen tenerlo todo bien atado, no las tienen todas consigo. Como cada vez son más los críticos y euroescépticos de uno y otro lado, desconfían de que al final entre los dos no alcancen la mayoría absoluta y el negocio se les venga abajo. Además, me temo, también desconfían de los suyos propios. Me explico, como el voto es secreto y la unidad de Europa inversamente proporcional a la fuerza de sus nacionalismos, ni uno ni otro quiere arriesgarse a que al final algunos de los suyos termine votando al otro por paisanaje en vez de votarle a él por coincidencia ideológica. Visto así, un pacto entre tres siempre es más seguro, vendría a ser una doble vuelta en la cerradura del acuerdo.
¿Y el invitado, por qué va? Sin duda porque le interesa. El interés puede ser que una vez que hayan elegido al sucesor de Barroso como presidente de la Comisión, habrá que elegir al presidente del Parlamento Europeo, y ese puesto puede estar reservado para Guy Verhofstadt, el líder de los liberales. Será un premio menor, pero le mantiene en la pomada. Demos tiempo al tiempo, aunque yo no lo descartaría.
Y entre lo previsible, una reunión y la otra, las dudas y el cansancio. Si todo está más o menos pactado y decidido, ¿qué sentido tiene todo este circo?, ¿tan bien insonorizados están los despachos de nuestros dirigentes que no se oyen las voces de la calle?, ¿tan amarradas tienen las bridas que no les asusta el nervio del caballo? ¿Y los ruidos de sables en Kiev o Sebastopol, tampoco los oyen o también los tienen afinados? ¿Cuándo van a dejar en paz esa palabra tan hermosa y respetable que se llama austeridad? ¿Y si estuvieran en la luna, con su polisón de nardos y sus senos de duro estaño?
Pienso en la fragua de Lorca y me acuerdo del yunke de Bakunin, el libro de COU, la letra tardíamente adolescente, algún día el yunque, cansado de ser yunque, pasará a ser martillo. La impresión de lo fatal, que no tengamos que lamentarlo.
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