Guardaba silencio pero no tenía nada de qué avergonzarse. El oprobio está siempre en el juicio de los otros y sin embargo levantamos muros de mutismo para protegernos. Años construyendo contrafuertes y los cimientos ceden a veces con un soplo de hojarasca. Nos juramos silencio, pasamos años obstruyendo los balazos con la palma de la mano y de pronto, eso, una vecindad imprevisible, un abrigo, el después de los besos, y nos abrimos en canal.
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