lunes, 24 de mayo de 2010

Efemérides de un nombre sonoro


Hay escritores que uno los recuerda sobre todo por su nombre. Son nombres sonoros, redondos, irreprochables. Muchas veces son también escritores renombrados y mal leídos. Uno de esos escritores con nombre sonoro y mal leído murió un día como hoy, 24 de mayo, pero de 1919, en Montevideo, tenía  cuarenta y ocho años y se llamaba Amado Nervo.

Amado Nervo, el poeta de Méjico, nació en Tepic en 1870 y vivió en París. Allí compartió piso con Rubén Darío en un edificio de Montmartre en el que, dicen, también vivía Francisca Sánchez, la hija del jardinero del Campo del Moro, amiga de Rubén y a quien Nervo, que la enseñó a leer, llamaba “la princesa Paca”, y otra mocita a la que Nervo había conocido una tarde en una calle de París. Era el París de los ismos y la vida bohemia. Luego Nervo se instaló en Madrid con credencial de diplomático. Llevó una intensa actividad social y literaria, y también doble vida. Según consta en el registro, a aquella muchacha que había conocido en una calle de París la inscribió como su hija, y así vivieron varios años; pero un día a la muchacha le entró fiebre, era tifoidea y duró tres semanas.  La muerte de su amante, Ana Cecilia Dailliez, sumió al poeta en una profunda desolación de la que salió La amada inmóvil, probablemente el libro más triste y conocido de Nervo. De ese libro es este poema, Me besaba mucho, que escribió el 4 de mayo de 1912


Me besaba mucho; como si temiera
irse muy temprano... Su cariño era
inquieto, nervioso.
                          Yo no comprendía
tan febril premura. Mi intención grosera
nunca vio muy lejos...
                                  ¡Ella presentía!
Ella presentía que era corto el plazo,
que la vela herida por el latigazo
del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad
quería dejarme su alma en cada abrazo,
poner en sus besos una eternidad.

El poeta de Méjico y del amor murió envuelto en una inmensa popularidad ese otro 24 de mayo de 1919.

Pero la obra de Nervo, como otras, ha envejecido mal. Hoy, para una gran mayoría, Amado Nervo es sólo otro discípulo de Rubén, un poeta tierno y sensiblero. Un nombre sonoro que no era seudónimo.

La crítica coincide en señalar el poema A Kempis de su libro Místicas (México, 1898) como lo mejor de su obra.

Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...

huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gostei muito!

Abraço

Sara Monteiro

antónio dijo...

Muito obrigado, Sara.

Grande.

antónio